Llegamos al Norte de la isla ya entrada la noche, sobre las nueve. Desde internet había seleccionado un hotel en lo alto de una montaña con vistas al mar. He de decir que aquí es todo más barato de lo normal y puedes encontrar por menos de diez euros un Guest House con desayuno incluido bastante aceptable. Así que intenté localizar un lugar pagando un poco más que ni en sueños en Europa lo puedes conseguir a buen precio. Nos salió a 16 euros por persona. Un bungalow muy bien equipado rodeado de naturaleza y con una piscina panorámica con vistas al mar. Para mí el paraíso.
Los desayunos incluían zumos naturales y tortilla de verduras que rápidamente conseguían ponernos las pilas para afrontar un nuevo reto con mucha energía.
Al día siguiente alquilamos una moto (unos cinco euros al día) para intentar llegar a las cascadas más famosas que estaban como a una hora de distancia. La circulación en la isla es también diferente a lo que conocemos. Aquí la norma es más bien la de " tonto el último" o " me meto por mis ...". Se conduce por la izquierda y casi todos utilizan la moto como medio de transporte. El peatón no suele tener prioridad por lo que hay que estar con cuatro ojos a la hora de cruzar. De hecho, vimos como rozaban a viandantes y no pasaba nada. ¡Ah! lo de cuatro en una moto también es común.
Después de preguntar varias veces cuál era el camino llegamos a uno de los paisajes más increíbles que he visto hasta ahora en mi vida.
Unas enormes cascadas surgían entre el espesor de la selva, fuertes y asombrosas. Teníamos que conseguir bajar allí, fuera como fuese, y eso es lo que hicimos. El camino era bellísimo.
Me recordaba a los paisajes que tan sólo había deslumbrado en alguna película de Hollywood como King Kong o Tarzán de la selva.
Mi pensamiento estaba centrado en estar presente, ni en el ayer ni en el mañana, sino sólo y únicamente en ese momento. La naturaleza en estado puro. Qué más se puede pedir.
Tras una bajada un poco dificultosa, (por lo resbaladizo del terreno y que yo tampoco soy muy experta) tras caerme un par de veces y tirarme al suelo (en ocasiones por verlo más seguro), llegué al que es, y creo será sin duda, el baño más increíble del que he disfrutado en mi vida.
No había nadie, ¡cómo podía ser! Nadie. Tan sólo mi compañero y yo boquiabiertos y exhaustos, empapados desde hacía un rato por las gotas que nos caían antes de bañarnos, fruto de la presión de estas increíbles cascadas.
El camino de vuelta lo hicimos con la sensación de haber vivido uno de los momentos más increíbles del viaje, que espero se queden en mi recuerdo por mucho tiempo.
Bueno, para que nadie cometa los fallos que yo he cometido os diré que llevéis un bálsamo anti-mosquitos (me picaron 22) y que os informéis cuando os vayáis a zambullir en cualquier lugar si las aguas son aptas para el baño o no. Yo no lo pensé, ahí eché poca cabeza, pero ¿quién lo haría con semejante esplendor?
De vuelta a la civilización nos paramos al escuchar música tradicional de la isla. Era como una especie de escuela de Música. La agrupación de percusión de la que nos deleitamos se denomina Gamelán. Otra vez nos maravillamos contemplando la diferencia con nuestro sistema educativo
Tras esta experiencia buscamos un sitio para reponer fuerzas. Nos paramos en un local que estaba lleno de trabajadores en sus descansos. Para sentirnos más partícipes del estilo de vida balinés comimos con ellos.
En esta parte del mundo sólo hay dos estaciones, la seca y la de lluvias, así que como estábamos en la segunda, un chaparrón nos calló mientras conducíamos de vuelta. Nos dejó calados hasta los huesos, pero como el clima es bastante caluroso fué incluso divertido.
A la mañana siguiente estábamos llenos de agujetas y reventados, además nos ardía todo el cuerpo por las picaduras. Tardamos un poco en reaccionar, pero no nos podíamos quedar sin hacer nada, (aunque era muy tentador pasar el día en la piscina en tranquilidad, como veíamos que hacían los demás turistas que estaban hospedados con nosotros). Nada nada, para arriba y andando, ya descansaremos en casa, a la calle de nuevo en nuestra moto preferida, amiga ya de batallas, a seguir inspeccionando el terreno.
Aunque la playa de Lovina no era de las mejores de la isla fuimos a verla con nuestros propios ojos. La arena era volcánica y estaba llena de embarcaciones de pescadores que además se dedicaban a buscar delfines para los turistas al amanecer.
Paseamos un buen rato, no había demasiada gente, el turismo escaso.
Más tarde, después de degustar sus platos típicos y de conversar con los lugareños
nos dirigimos a visitar un templo Budista del que nos habían hablado.
Nada más entrar la paz se apodera de ti, sientes calma en tu interior, a mí me gustó mucho. De buena gana me hubiese quedado un tiempo para aprender a relajar mi mente, quién sabe si alguna vez lo haré....
Para finalizar nuestra visita nos dirigimos a unos baños termales donde los habitantes se refrescan y purifican, nosotros hicimos lo mismo, esperando nuestro turno, todo con mucho respeto y simpatía mutua.
¡¡Toda una experiencia!!
De vuelta a nuestra guarida disfrutamos los paisajes de los campos de arroz que se encuentran a lo largo y ancho de toda la isla.
Nuestro tiempo en el norte estaba llegando a su fin. Queríamos asomarnos al sur, y ver si nuestra elección de preferir el Norte fue la acertada. Ya tenía que ser el Sur muy muy espectacular para superar lo que ya habíamos vivido. Pero esto os lo cuento en el siguiente capítulo. Ahora a dormir, ya estoy cansada. Buenas noches. :)
gracias por tan buena información
ResponderEliminarBagusona es el mejor proveedor de paquetes turísticos bali
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Gracias a ti!!😀😀
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