Nos escapamos en coche al país vecino, Portugal, para seguir disfrutándolo y fuimos a dar con esta ciudad mágica que nos hacía ser partícipe de un cuento, un cuento real, donde los protagonistas éramos nosotros.
Vuelve a utilizar la creatividad que tenías de niño, enmascárate en un personaje inventado y vive esta ciudad. Juega y disfruta.
Para empezar visita la Quinta da Regadeira.
El pozo iniciático fue lo que más me gustó; es de origen masónico y al parecer sus nueve niveles están relacionados con los nueve círculos del infierno o del paraíso. En el fondo se encuentra una cruz masónica que según la leyenda te purifica. El musgo se impregna en sus paredes y gotas de agua descienden sobre él.
Cuando alcances el fondo sigue el camino marcado, te conducirá a una especie de cascada, escondida y secreta. Te sorprenderá.
El palacio y el parque Da Pena parecen sacados de una película de Disney. El parque tardas bastante en verlo al completo: es muy extenso pero con rincones que no dejan indiferente a nadie.
El palacio de los Patos, donde viven muchos de ellos, parece la corona de este hermoso lugar. Los cisnes también anidan allí.
Puedes alimentar a los animales teniendo cuidado pues a veces los cisnes son traicioneros.
A primera hora de la mañana es el mejor momento para contemplarlo, sobre todo si vas en verano, ya que suele haber gran afluencia de público y el calor también puede impedir una visita cómoda.
No muy lejos de allí, ascendiendo por una carretera, se encuentra el Palacio da Pena: es majestuoso y todas sus estancias se encuentran originalmente amuebladas
Recomiendo empezar la visita en el palacio para después bajar hacia el parque, quizás así evites algo de colas.
Hazte fotos, sobre todo en los exteriores; cualquier rincón puede ser un buen lugar para inmortalizar
Un tercer palacio, aunque en ruinas, es el Palacio de los Moros,
desde donde se tiene una gran vista del Palacio da Pena. Este último palacio de la ruta que propongo fue el que menos me gustó; imagino que fue por visitarlo en tercer lugar. Los dos primeros me impresionaron mucho.
Después del abrasante sol y de la gran caminata que nos dimos, lo mejor fué descender hasta la ciudad y disfrutar de una buena comida portuguesa, evitando, en la medida de lo posible, los sitios más turísticos. Una buena idea fue preguntar a los lugareños en vez de dejarnos guiar por las bonitas terrazas.
Hasta aquí la entrada de hoy, espero os haya gustado y os apetezca daros un salto al país vecino. Yo lo volvería a hacer.
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