FLORENCIA EN TIEMPOS DE COVID
Érase una vez dos princesas llenas de vitalidad y energía que se fueron a recorrer el mundo. Dos princesas que querían dejar de serlo, despojarse de sus buenos modales aprendidos, de la enseñanza de estar por y para los demás aunque para ellas no estuvieran, de empatizar con todo el mundo y de justificar comportamientos en vez de dar dos hostias bien dadas. Dos princesas que querían mandar todos esos modales al carajo. Empezaron su recorrido por las Cinque Terre y el destino las hizo llegar hasta Florencia.
Las dos ya conocían la ciudad de antemano y habían hecho todo lo que se espera de dos buenas princesas educadas: visitar museos y esperar largas colas al sol, no trasnochar para no desperdiciar el día, organizar a todos sus acompañantes las visitas y ofrecer toda la ayuda posible, no quejarse jamás y aguantar con mucha flexibilidad todas las quejas y peticiones de los demás y por supuesto no perder la sonrisa.
Esta vez las princesas dijeron ¡basta! y llegaron a Florencia libres de ataduras y de normas.
Lo primero que decidieron fue no entrar en museos. Después de tanto encierro no les apetecía nada de nada, amaban el arte pero no se iba a mover de allí y querían calle, aire, experiencias nuevas...
- Recorramos esta ciudad a nuestro aire, hagamos lo que nos apetezca en cada momento....
Y así llegaron a la Piazza del Duomo, en pleno centro histórico
Estaban tan contentas que las personas se acercaban a ellas para contagiarse de su buen rollo, querían invitarlas y ofrecerles la visita de sus sueños, pero ellas no necesitaban nada más que las dejaran disfrutar y no las molestaran
Continuaron su paseo hacia el Ponte Vecchio. Les fascinaba este puente y no por sus tiendas de orfebres dedicados a la joyería, sino por el ambiente, la música callejera, el paisaje a diferentes zonas de la ciudad...
Lo escuchamos allí, al atardecer, más de una hora de piezas extraídas de grandes compositores italianos hacían deleitar nuestros oídos al aire libre, sin multitud, gratis, para todo el que quisiera escuchar.... Sentimos la ansiada normalidad por primera vez en La Plaza de la Señoría, dudo podamos olvidarlo.
Estábamos más que satisfechas pero aún nos quedaba lo mejor: El mirador de la Plaza del Michelangelo.
A estas alturas ya nos habíamos despojado de nuestras ropas de princesa y nos habíamos puesto la ropa de : Respeta mis límites y no abuses de mi educación. Un taxita nos quiso dar más vueltas de las normales para llegar a la plaza, nos dimos cuenta y quisimos llamar a la policía: No nos cobró .
Plaza de Michelangelo: el mejor atardecer... De verdad que es casi un delito estar en esta ciudad y no subir al mirador a contemplarlo
Sí, aquí sí había gente y poca distancia de seguridad, pero ya está bien de prohibiciones, nos arriesgamos, nos sentamos en las escaleras y nos dejamos llevar por el momento
Mientras el sol poco a poco se escondía empezó a sonar la canción de " Imagine" de John Lennon y todos nos pusimos a cantar, cada uno como podía.... Imagina que todo el mundo aprende a respetar a los demás, a querer y a cuidar tanto como a uno mismo...Que el egoísmo sano, el que nos hace cuidarnos nos inunda, y no el extremista que roza la crueldad, ese que por desgracia está más en auge cada día.
Ahora me acuerdo de una canción de Sabina... Y nos dieron las once, las doce, la una y las dos... Eso nos pasó, se nos fue la hora, la hora de ser princesas y llegó la hora de hacernos respetar... Y nos fuimos casi de madrugada al Duomo de nuevo, nos apeteció, contemplarlo en la oscuridad.
No teníamos ni idea si había toque de queda, ni lo pensamos, creemos que en Julio no había ya...
Y pusimos rumbo a Dublín....
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