Es la excursión más famosa de Noruega y una de las más completas en cuanto a vistas y belleza natural se refiere.
Te levantas muy muy temprano, cara de sueño y de ilusión a la vez, mochila con agua y bocadillo, clima fresco, pero no llueve, es un milagro en este país.
Primera parada: la estación de tren de Bergen a esperar nuestro tren con destino a Myrdal.
Sentaos a la derecha en el sentido de la marcha. En ambos lados estarás bien, pero en esta parte, en mi opinión, hay más paisajes inolvidables.
A pesar del sueño y de los días de viaje que ya llevábamos encima no podíamos dormirnos, el espectáculo visual que se presentaba a través de los cristales no te dejaba cerrar la boca del asombro.
Las fotos no hacen justicia, si las veis bonitas multiplicadlo por 100.
Casi dos horas de lo que creíamos era un derroche de escenas irrepetibles. Pensábamos que éstos eran los paisajes más bellos del país, pero no, tan sólo se trataba del principio de la aventura.
Montañas, cascadas, lagos de ensueño...
El tiempo fue pasando y sin a penas darnos cuenta llegamos a Myrdal, a esperar nuestro segundo tren con destino a Flam. Y como quien ha disfrutado de los primeros fuegos artificiales, esperamos ansiosas nuestra traca final, lo que se conoce como uno de los viajes en tren más espectaculares del mundo.
Tras esta experiencia visual, paisajes sólo imaginados en películas poéticas, por decirlo de alguna manera, llegamos a Flam. Un pueblecito con muy pocos habitantes, aunque acostumbrados a la visita de los curiosos por el mundo.
Un par de tiendas, un museo del ferrocarril y vistas y más vistas. Aquí teníamos una hora libre, aprovechad para ir al baño, comed algo y respirad el aire puro de las montañas.
Esta excursión tiene varias modalidades, la más común es continuar en ferry por los fiordos, sin embargo yo preferí coger la lancha, enfundarnos el traje seco (si te metes en el agua con él no te mojas jeje) y seguir la aventura palpando lo más cerca posible la sensación de estar en medio de los fiordos.
Buah, aún sonrío al recordar la experiencia...
Volvería mil veces a vivir este momento.... El mundo es bellísimo, tenemos que cuidarlo. Qué tristeza que todo desaparezca algún día y las generaciones venideras no puedan conocerlo...
Poco a poco nos fuimos acercando a un pueblo Vikingo para desde allí descender por una de las carreteras más empinadas del mundo.
En este pueblo podéis hacer kayak, nosotras nos quedamos sin plaza, que no os pase, pero mirándolo por el lado bueno es una excusa para volver....Quién sabe.
El descenso fue desde Gudvangen hasta Voss. No tengo fotos, pero las curvas eran claustrofóbicas, sentaros delante. Muchos buses tiene los cristales tintados y no se aprecia bien el recorrido que no tiene desperdicio. Bueno, si os mareáis tomaros antes algo o id preparados...
Cómo valoro haber compartido esta experiencia con dos grandes amigas, Noruega ya va asociada a vuestros nombres.
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