Estrasburgo es la capital de la impresionante región de la Alsacia. Forma una perfecta fusión entre Francia y Alemania; se encuentra casi en la frontera de los dos países. Es una ciudad cosmopolita, con mucha historia pero sosteniéndose de pie en el presente. Coqueta, sublime, magistral y llena de rincones casi mágicos. Todo un descubrimiento, ya que aparte de albergar el Parlamento Europeo recoge un gran patrimonio artístico y cultural. Esta es mi experiencia...
Lo primero que fuimos a descubrir fué su majestuosa catedral, de estilo gótico tardío, la cual se puede divisar desde varios rincones de la ciudad.
La entrada es gratuita y bien merece la pena una visita. Lo que más llama la atención es su "reloj astronómico"famoso por la procesión de los doce apóstoles cuando suenan las doce del mediodía. Todo un espectáculo de la ingeniería mecánica. En el reloj se admiran las fases de la luna y las posiciones de los planetas.
Mencionar también su órgano que parece sostenido entre columnas.
Si disponéis de tiempo subid al campanario. Las vistas son más que recomendables.
Si tenéis un poco de vértigo debéis tener en cuenta que a veces hay espacios abiertos que pueden no ser muy acertados. La escalera es de caracol con grandes ventanales al exterior en algunos tramos.
La "Petite France" fue nuestro siguiente destino. Es el barrio mejor conservado de Estrasburgo, antiguamente fue un barrio de pescadores. Guau ¡Qué casas! del S. XVI y XVII, talladas en madera, rodeadas de canales y decoradas con todo tipo de flores. Es como estar en un cuento.
Multitud de estructuras construídas como si de un dibujo se tratara. Lo recorrimos tres veces por lo mucho que nos gustó.
Este barrio desemboca en los "Ponts Couverts" (los puentes cubiertos), puentes que hoy en día no están tapados; los tejados desaparecieron en el S.XVIII, pero conservan el nombre, custodiados por cuatro torres.
Siguiendo el paseo desembocamos en el "Barrage Vauban" (la Gran Exclusa). Hay una terraza transitable con hermosas vistas.
Recuerdo nuestras caras como de niñas viendo tanta belleza, pero lo mejor estaba por llegar.
Gracias a un encuentro casual y divertido en la catedral- me refiero a estar fuera de tu casa donde crees que no te conoce nadie y que mi compi de viaje se pare efusivamente al ver a una cara conocida-pudimos disfrutar de un paseo por el Barrio Alemán narrado por toda una experta. Una antigua amiga que por arte de magia era guía turística de Estrasburgo. Cosas del destino.
¡Vaya lujazo!
Nos contó historias increíbles sobre aquel barrio que contrastaba notablemente con las casitas de hadas que habíamos visitado.
Vale la pena descubrirlo y ver las notables diferencias. Gracias por tan bonita experiencia.
Nuestra nueva compañera nos comentó que en verano al anochecer se utiliza la fachada de la Catedral como espectáculo visual y musical y fuimos a disfrutarlo.
¡Qué experiencia más positiva! Subidón de adrenalina para terminar nuestra visita.
Hay muchos rincones y museos por descubrir en esta ciudad. Plazas con encanto,
edificios impresionantes,
flores y más flores...
Un dia muy bien aprovechado. Tengo que volver a esta parte del mundo pero en Navidad... y si puede ser en tan buena compañía.