Es curioso como el ser humano tiene la capacidad de adaptarse a las circunstancias, nos guste o no, pero es la manera que adoptamos para sobrevivir.
Vivimos en una época de confusión, de incertidumbre, donde nuestras libertades han pasado a estar muy acotadas, donde un abrazo a adquirido el mayor de los valores y unas risas con nuestros seres querido todo un lujo.
No deja de ser un hecho que hace poco más de un año escribía sobre una experiencia en Camboya.., parece parte de otra vida, como si hubiese sido otra persona quién lo vivió...
Pues hoy os narro un paseo dentro de mi provincia que nada tiene que envidiarle a esos viajes de antaño que hoy por hoy no se sabe si volverán... Lo viví con la misma ilusión, las mismas ganas, la misma cara de sorpresa a cada paso, porque en realidad está en cada uno de nosotros el seguir sorprendiéndonos, el seguir disfrutando, tenemos ese poder que, eso sí, no nos puede arrebatar nadie.
A veces en llano, a veces en cuesta, pero la sensación de libertad, por unas horas, no se nos quita del pensamiento.
Estamos a mitad de camino, se nos ha pasado volando este primer tramo.¿ Qué tal una parada , una mandarina y nuevas charlas y nuevas risas...? Nadie nos lo impide...
Y el agua que todo lo arrastra, nos hipnotiza con su repiqueteo...
Al final hemos tardado una hora más, 4 en total, una hora más de hacer el ganso, de deleitarnos, de mirar a todos los lados y de contemplar... Y volvemos a estar en el pueblo, nos hemos ensuciado en el camino, pero qué bien sienta....
Una cerveza? Hemos reservado en el Cortijo Vistalegre, una mesa al exterior.... Pedid cordero, es su especialidad, aunque todo estaba riquísimo....
Son las 5, nos da tiempo a hacer algo más antes de volver, y no podemos irnos sin ver las cascadas del Huéznar, no caen muy lejos y la luz es espectacular... Sigamos disfrutando.
Por favor, nada tiene que envidiar a lo visto en otras partes del mundo.... Estuvimos hasta que el sol se fue, el agua y el poder que tiene nos retenía...
La felicidad de esta escapada me duró toda la semana , como cuando de pequeña mis padres me llevaban a montarme a los columpios los domingos y todos los días saboreaba lo vivido... Ahora no viajo lejos, ni veo a muchas personas que me importan, pero sí sigo ilusionándome como antes, con una escapada, una charla, un libro... Eso no nos lo pueden quitar.