El Mont Saint Michel es uno de los lugares más espectaculares de Francia. Es conocido como "La Maravilla". Situado entre la frontera de la región de Bretaña y Normandía. Víctor Hugo dijo de él que era para Francia lo que las Pirámides para Egipto. Un espectáculo sin igual rodeado de enigmas y misterios que aún, hoy en día, conserva su halo de magia y espiritualidad.
Cuenta la leyenda que todo comenzó con un sueño, recurrente y obsesivo del Arzobispo de Avranches en donde el Arcángel San Miguel se le aparecía y le mandaba construir una Iglesia en ese lugar dedicada a él. A raíz de su construcción se convirtió en sitio de peregrinación durante siglos.
La arquitectura es tan poderosa como la naturaleza que la rodea, ya que hay dos grandes mareas que hacen casi impenetrable el acceso a esta Abadía.
Hoy en día una gran carretera, a modo de puente, llega hasta la entrada principal, pero es casi el único modo de poder acceder.
Con la marea baja se pueden hacer algunos circuitos organizados por los alrededores. No hacedlo por vuestra cuenta, ya que existen varias zonas con arenas movedizas y además la marea es muy traicionera porque, como cuenta la leyenda, sube a la velocidad de cien caballos galopando.
Lo más cómodo es ir en coche y aparcar en los parkings habilitados a las afueras (a dos km y medio más o menos) y montarte en los autobuses gratuitos que te dejan a unos 400 metros de distancia. También puedes ir a pie desde el parking o pillarte una especie de coche de caballo al estilo medieval.
Acceder al pueblecito es gratuito. Está repleto de restaurantes y tiendas de recuerdos, todo perfectamente conservado y rehabilitado.
Donde hay que pagar es en la entrada a la Abadía (10 euros). El camino para alcanzarla está repleto de escaleras, cuestas y bonitos paisajes.
A cada paso que das más se apodera de ti ese halo misterioso del que hablaba al comienzo. Subes y subes... pero tus pensamientos... bajan y bajan. Sólo deseas averiguar qué esconde esa Abadía...
Después de hacer cola consigues entrar... Aunque si vas el día del diluvio universal entras directamente.
Siglo y Siglos de historia encerrados tras las piedras avejentadas, pero firmes de esta ingeniería de la arquitectura.
El descenso no es menos impresionante.
Cada rincón es poético...
Además, si vas en primavera, súmale el color y el aroma de las flores.
Pero si vas en invierno añádele más aún la sensación de misterio, la bruma en sus calles, el viento que arrecia y te hace percibir de forma más intensa cómo se vivía en ese lugar, tú eliges.
Verdaderamente un sitio que no deja indiferente a nadie...
Tras la contemplación vuelve al bullicio de sus calles empedradas...
Es aquí cuando comentas a las grandes personas con las que has podido disfrutar de este momento:
- Tengo que volver con mi hermana.. o con todas las personas que deseas que no se lo pierdan... Porque no hay nada como compartir..
Sí, es un sitio para volver.
Gracias como siempre a las personas que me acompañan en estas aventuras, sin vosotros no sería ni de lejos lo mismo.